Pero cuando llegó la 882ª noche
Ella dijo:
... el mozalbete dijo a su hermana, la joven: "¡Hermana mía, voy a hacer cosquillas en el trasero a este pájaro!" Y la joven, con el corazón agitado de espanto, exclamó con temblorosa voz: "¡Oh! ¡por favor, querido, no hagas eso, no hagas eso! ¡Porque nos soltará, y nos caeremos!" El dijo: "¡Tengo muchas ganas de hacer cosquillas en el trasero a este pájaro!" Ella dijo: "¡Moriremos!" El dijo: "¡Lo haré! ¡Y va a ser así!" E hizo lo que había dicho. Y el pájaro cosquilleado se sobresaltó mucho, de tanto como le desagradó la cosa, y soltó su presa, que era el hermano y la hermana.
Y cayeron al mar. Y fueron a parar al fondo del mar, que era excesivamente profundo. Pero, como sabían nadar, pudieron salir a la superficie del agua y ganar la orilla.
Sin embargo, no veían nada y no distinguían nada, exactamente igual que si estuviesen en medio de una noche negra. Porque el país en que se hallaban era el país de las tinieblas.
Y el mozalbete, sin vacilar, buscó a tientas guijarros, y restregó dos, uno contra otro, hasta que salieron chispas. Y recogió leña en gran cantidad y con ella hizo un montón enorme, al que prendió fuego por medio de los dos guijarros. Y cuando ardió todo el montón, vieron claro. Pero, en el mismo momento, oyeron un espantoso mugido, como mil voces de búfalos salvajes reunidas en una sola. Y a la claridad de la hoguera, vieron avanzar hacia ellos, terrible, una ghula negra y gigantesca, que gritaba con sus fauces abiertas como un horno: "¿Quién es el temerario que enciende luz en el país que he consagrado a las tinieblas?"
Y a la hermana le dio aquello mucho miedo. Y con voz apagada, dijo a su hermano el mozalbete: "¡Oh hijo de mi padre y de mi madre! esta vez vamos a morir indudablemente. ¡Oh! ¡tengo miedo a esa ghula!" Y se acurrucó contra él, dispuesta a morir, y desmayada ya. Pero el muchacho, sin perder ni por un instante su presencia de ánimo, se irguió sobre ambos pies, hizo frente a la ghula, y una a una cogió las mayores brasas ardientes de la hoguera y empezó a lanzarlas con tino en la ancha boca abierta de la ghula. Y cuando de aquel modo hubo él arrojado la última brasa grande, la ghula estalló por la mitad. Y el sol alumbró de nuevo aquel país consagrado a las tinieblas. Porque, volviendo su gigantesco trasero contra el sol, la ghula le había impedido alumbrar aquella tierra. ¡Y he aquí lo referente al trasero de la ghula!
¡Pero he aquí ahora lo que atañe al rey de aquella tierra! Cuando el rey que reinaba en el país hubo visto relucir el sol después de tantos años pasados en tinieblas negras, comprendió que la terrible ghula había muerto, y salió de su palacio, seguido de sus guardias, para ponerse en busca del valiente que había librado de la opresión y de la oscuridad al país. Y al llegar a orillas del mar, vió desde lejos el montón de leña que humeaba aún, y encaminó sus pasos por aquel lado. Y al ver avanzar toda aquella tropa armada con el rey que brillaba a su cabeza, la hermana se sintió poseída de un terror grande, y dijo a su hermano: "¡Oh hijo de mi padre y de mi madre, huyamos! ¡Ah! ¡huyamos!" Y preguntó él: "¿Por qué vamos a huir? ¿Y quién nos amenaza?" Ella dijo: "¡Por Alah sobre ti, vámonos antes de que nos den alcance esas gentes armadas que avanzan hacia nosotros!" Pero dijo él: "¡No quiero!"
Y ni se movió siquiera.
Y el rey llegó con su tropa a las proximidades de la hoguera humeante, y encontró a la ghula hecha mil pedazos. Y junto a ella vió una pequeña sandalia de muchacha. Era una sandalia que se le había salido de su piececito a la hermana cuando corría a refugiarse con su hermano detrás de un montículo, adonde había ido él a tenderse para descansar algo. Y el rey dijo a sus gentes: "¡Indudablemente es una sandalia de la que ha matado a la ghula y nos ha librado de la oscuridad! Buscad bien y la encontraréis". Y la joven oyó estas palabras, y se atrevió a salir detrás del montículo y a acercarse al rey. Y se arrojó a sus plantas, implorando la salvaguardia. Y el rey vió en el pie de ella la sandalia compañera de la que se había encontrado. Y levantó a la joven y la besó, y le dijo: "¡Oh joven bendita! ¿eres tú quien ha matado a esta terrible ghula?" Ella contestó: "Es mi hermano, ¡oh rey!" El preguntó: "¿Y dónde está ese valiente?"
Ella dijo: "¿No le hará daño nadie?" El dijo: "¡Al contrario!"
Entonces fué detrás de la roca y cogió de la mano al mozalbete, que se dejó hacer. Y le condujo ella a presencia del rey, que le dijo: "¡Oh jefe de los valientes y corona suya! te doy en matrimonio a mi única hija y tomo por esposa a esta joven del pie pequeño, cuya sandalia me he encontrado".
Y el muchacho dijo: "¡No hay inconveniente!"
Y vivieron todos en las delicias, contentos y prosperando.
Luego dijo Schehrazada:
LA PULSERA DE TOBILLO ... el mozalbete dijo a su hermana, la joven: "¡Hermana mía, voy a hacer cosquillas en el trasero a este pájaro!" Y la joven, con el corazón agitado de espanto, exclamó con temblorosa voz: "¡Oh! ¡por favor, querido, no hagas eso, no hagas eso! ¡Porque nos soltará, y nos caeremos!" El dijo: "¡Tengo muchas ganas de hacer cosquillas en el trasero a este pájaro!" Ella dijo: "¡Moriremos!" El dijo: "¡Lo haré! ¡Y va a ser así!" E hizo lo que había dicho. Y el pájaro cosquilleado se sobresaltó mucho, de tanto como le desagradó la cosa, y soltó su presa, que era el hermano y la hermana.
Y cayeron al mar. Y fueron a parar al fondo del mar, que era excesivamente profundo. Pero, como sabían nadar, pudieron salir a la superficie del agua y ganar la orilla.
Sin embargo, no veían nada y no distinguían nada, exactamente igual que si estuviesen en medio de una noche negra. Porque el país en que se hallaban era el país de las tinieblas.
Y el mozalbete, sin vacilar, buscó a tientas guijarros, y restregó dos, uno contra otro, hasta que salieron chispas. Y recogió leña en gran cantidad y con ella hizo un montón enorme, al que prendió fuego por medio de los dos guijarros. Y cuando ardió todo el montón, vieron claro. Pero, en el mismo momento, oyeron un espantoso mugido, como mil voces de búfalos salvajes reunidas en una sola. Y a la claridad de la hoguera, vieron avanzar hacia ellos, terrible, una ghula negra y gigantesca, que gritaba con sus fauces abiertas como un horno: "¿Quién es el temerario que enciende luz en el país que he consagrado a las tinieblas?"
Y a la hermana le dio aquello mucho miedo. Y con voz apagada, dijo a su hermano el mozalbete: "¡Oh hijo de mi padre y de mi madre! esta vez vamos a morir indudablemente. ¡Oh! ¡tengo miedo a esa ghula!" Y se acurrucó contra él, dispuesta a morir, y desmayada ya. Pero el muchacho, sin perder ni por un instante su presencia de ánimo, se irguió sobre ambos pies, hizo frente a la ghula, y una a una cogió las mayores brasas ardientes de la hoguera y empezó a lanzarlas con tino en la ancha boca abierta de la ghula. Y cuando de aquel modo hubo él arrojado la última brasa grande, la ghula estalló por la mitad. Y el sol alumbró de nuevo aquel país consagrado a las tinieblas. Porque, volviendo su gigantesco trasero contra el sol, la ghula le había impedido alumbrar aquella tierra. ¡Y he aquí lo referente al trasero de la ghula!
¡Pero he aquí ahora lo que atañe al rey de aquella tierra! Cuando el rey que reinaba en el país hubo visto relucir el sol después de tantos años pasados en tinieblas negras, comprendió que la terrible ghula había muerto, y salió de su palacio, seguido de sus guardias, para ponerse en busca del valiente que había librado de la opresión y de la oscuridad al país. Y al llegar a orillas del mar, vió desde lejos el montón de leña que humeaba aún, y encaminó sus pasos por aquel lado. Y al ver avanzar toda aquella tropa armada con el rey que brillaba a su cabeza, la hermana se sintió poseída de un terror grande, y dijo a su hermano: "¡Oh hijo de mi padre y de mi madre, huyamos! ¡Ah! ¡huyamos!" Y preguntó él: "¿Por qué vamos a huir? ¿Y quién nos amenaza?" Ella dijo: "¡Por Alah sobre ti, vámonos antes de que nos den alcance esas gentes armadas que avanzan hacia nosotros!" Pero dijo él: "¡No quiero!"
Y ni se movió siquiera.
Y el rey llegó con su tropa a las proximidades de la hoguera humeante, y encontró a la ghula hecha mil pedazos. Y junto a ella vió una pequeña sandalia de muchacha. Era una sandalia que se le había salido de su piececito a la hermana cuando corría a refugiarse con su hermano detrás de un montículo, adonde había ido él a tenderse para descansar algo. Y el rey dijo a sus gentes: "¡Indudablemente es una sandalia de la que ha matado a la ghula y nos ha librado de la oscuridad! Buscad bien y la encontraréis". Y la joven oyó estas palabras, y se atrevió a salir detrás del montículo y a acercarse al rey. Y se arrojó a sus plantas, implorando la salvaguardia. Y el rey vió en el pie de ella la sandalia compañera de la que se había encontrado. Y levantó a la joven y la besó, y le dijo: "¡Oh joven bendita! ¿eres tú quien ha matado a esta terrible ghula?" Ella contestó: "Es mi hermano, ¡oh rey!" El preguntó: "¿Y dónde está ese valiente?"
Ella dijo: "¿No le hará daño nadie?" El dijo: "¡Al contrario!"
Entonces fué detrás de la roca y cogió de la mano al mozalbete, que se dejó hacer. Y le condujo ella a presencia del rey, que le dijo: "¡Oh jefe de los valientes y corona suya! te doy en matrimonio a mi única hija y tomo por esposa a esta joven del pie pequeño, cuya sandalia me he encontrado".
Y el muchacho dijo: "¡No hay inconveniente!"
Y vivieron todos en las delicias, contentos y prosperando.
Luego dijo Schehrazada:
Se dice, entre lo que se dice, que en una ciudad había tres hermanas, hijas del
mismo padre, pero no de la misma madre, que vivían juntas hilando lino para
ganarse la vida. Y las tres eran como lunas; pero la más pequeña era la más hermosa
y la más dulce y la más encantadora y la más diestra de manos, pues ella sola hilaba
más que sus dos hermanas reunidas, y lo que hilaba estaba mejor y sin defecto por lo
general. Lo cual daba envidia a sus dos hermanas, que no eran de la misma madre.
Un día fue ella al zoco, y con el dinero que había ahorrado de la venta de su lino
se compró un búcaro pequeño de alabastro, que era de su gusto, a fin de tenerlo
delante con una flor dentro cuando hilara el lino. Pero no bien regresó a casa con su
búcaro en la mano, sus dos hermanas se burlaron de ella y de su compra, tildándola
de derrochadora y de extravagante. Y muy conmovida y muy avergonzada, no supo ella qué decir, y para consolarse cogió una rosa y la puso en el búcaro. Y se sentó
ante su búcaro y ante su rosa y se puso a hilar su lino.
Y he aquí que el búcaro de alabastro que había comprado la joven hilandera era
un búcaro mágico. Y cuando su dueña quería comer, él le proporcionaba manjares
deliciosos, y cuando ella quería vestirse, él la satisfacía. Pero la joven, temerosa de
que le tuviesen más envidia todavía sus hermanas, que no eran de la misma madre,
se guardó bien de revelarles las virtudes de su búcaro de alabastro. Y en presencia
de ellas aparentaba que vivía como ellas y vestía como ellas, y aún más
modestamente. Pero cuando salían sus hermanas se encerraba completamente sola
en su cuarto, ponía delante de ella su búcaro de alabastro, le acariciaba dulcemente,
y le decía: "¡Oh bucarito mío! ¡oh bucarito mío! ¡hoy quiero tal y cuál cosa!" Y al
punto el búcaro de alabastro le proporcionaba cuantas ropas hermosas y golosinas
había pedido ella. Y a solas consigo misma, la joven se vestía con trajes de seda y oro,
se adornaba con alhajas, se ponía sortijas en todos los dedos, pulseras en las
muñecas y en los tobillos y comía golosinas deliciosas. Tras de lo cual el búcaro de
alabastro hacía desaparecer todo. Y la joven lo cogía de nuevo, e iba a hilar su lino en
presencia de sus hermanas, poniéndose delante el búcaro con su rosa. Y de tal suerte
vivió cierto espacio de tiempo, pobre ante sus envidiosas hermanas y rica ante sí
misma.
Un día, entre los días, el rey de la ciudad, con motivo de su cumpleaños, dio en
su palacio grandes festejos, a los cuales fueron invitados todos los habitantes. Y las
tres jóvenes también fueron invitadas. Y las dos hermanas mayores se ataviaron con
lo mejor que tenían y dijeron a su hermana pequeña: "Tú te quedarás para guardar la
casa". Pero, en cuanto se marcharon ellas, la joven fue a su cuarto, y dijo a su búcaro
de alabastro: "¡Oh bucarito mío! esta noche quiero de ti un traje de seda verde, una
veste de seda roja y un manto de seda blanca, todo de lo más rico y más bonito que
tengas, y hermosas sortijas para mis dedos, y pulseras de turquesas para mis
muñecas, y pulseras de diamantes para mis tobillos. Y dame también todo lo preciso
para que yo sea la más bella en palacio esta tarde". Y tuvo cuanto había pedido. Y se
atavió, y se presentó en el palacio del rey, y entró en el harén, donde había festejos
aparte reservados para las mujeres. Y apareció como la luna en medio de las
estrellas. Y no la reconoció radie, ni siquiera sus hermanas, de tanto como realzaba
su belleza natural el esplendor de su indumentaria. Y todas las mujeres iban a
extasiarse ante ella, y la miraban con ojos húmedos. Y ella recibía sus homenajes
como una reina, con dulzura y amabilidad, de modo que conquistó todos los
corazones y dejó entusiasmadas a todas las mujeres.
Pero cuando la fiesta tocaba a su fin, la joven, sin querer que sus hermanas
regresasen a casa antes que ella, aprovechó el momento en que atraían toda la
atención las cantarinas, para deslizarse fuera del harén y salir del palacio. Mas, en su
precipitación por huir, dejó caer, al correr, una de las pulseras de diamantes de sus
tobillos en la pila a ras de tierra que servía de abrevadero a los caballos del rey. Y no
advirtió la pérdida de su pulsera de tobillo, y volvió a casa, donde llegó antes que
sus hermanas.
Al día siguiente..
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se
calló discretamente.
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