2023/04/30

Prólogo del traductor

Yo ofrezco desnudas, vírgenes, intactas y sencillas, para mis delicias y el placer de mis amigos, estas noches árabes vividas, soñadas y traducidas sobre su tierra natal y sobre el agua.

Ellas me fueron dulces durante los ocios en remotos mares, bajo un cielo ahora lejano.

Por eso las doy.

Sencillas, sonrientes y llenas de ingenuidad, como la musulmana Schehrazada, su madre suculenta que las dio a luz en el misterio; fermentando con emoción en los brazos de un príncipe sublime -lúbrico y feroz-, bajo la mirada enternecida de Alah, clemente y misericordioso. Al venir al mundo fueron delicadamente mecidas por las manos de la lustral Doniazada, su buena tía, que grabó sus nombres sobre hojas de oro coloreadas de húmedas pedrerías y las cuidó bajo el terciopelo de sus pupilas hasta la adolescencia dura, para esparcirlas después, voluptuosas y libres, sobre el mundo oriental, eternizado por su sonrisa.

Yo os las entrego tales como son, en su frescor de carne y de rosa. Sólo existe un método honrado y lógico de traducción: la LITERALIDAD, una literalidad impersonal, apenas atenuada por un leve parpadeo y una ligera sonrisa del traductor. Ella crea, sugestiva, la más grande potencia literaria. Ella produce el placer de la evocación. Ella es la garantía de la verdad. Ella es firme e inmutable, en su desnudez de piedra. Ella cautiva el aroma primitivo y lo cristaliza. Ella separa y desata... Ella fija.

La literalidad encadena el espíritu divagador y lo doma, al mismo tiempo que detiene la infernal facilidad de la pluma. Yo me felicito de que así sea; porque ¿dónde encontrar un traductor de genio simple, anónimo, libre de la necia manía de su renombre...?

Las dificultades del idioma original, tan duras para el traductor académico, que ve en las obras la letra antes que el espíritu, se convierten entre los dedos del amoroso balbuceo oriental en espirales tan bellas, que muchas veces no se atreve a desenlazarlas por miedo a que pierdan su originalidad.

¡En cuanto a la acogida que tendrán estas joyas orientales... ! El Occidente, amanerado y empalidecido por la asfixia de sus convencionalismos verbales, tal vez fingirá susto y asombro al oír el franco lenguaje -gorjeo simple, sonoro y juvenil -de estas muchachas sanas y morenas, nacidas en las tiendas del desierto, que ya no existen.

Entienden poco de malicia las huríes.

Y los pueblos primitivos, dice el Sabio, llaman las cosas por su nombre y no encuentran nunca condenable lo que es natural, ni licenciosa la expresión de lo natural. (Entiendo por pueblos primitivos todos aquellos que aún no tienen una mancha en la carne o en el espíritu, y que vinieron al mundo bajo la sonrisa de la Belleza).

Además, la literatura árabe ignora totalmente ese producto odioso de la vejez espiritual: la intención pornográfica. Los árabes ven todas las cosas bajo el aspecto hilarante. Su sentido erótico sólo conduce a la alegría. Y ríen de todo corazón, como niños, allí donde un puritano gemiría de escándalo.

Todo artista que ha vagabundeado por Oriente y cultivado con amor los bancos calados de los adorables cafés populares en las verdaderas ciudades musulmanas y árabes; el viejo Cairo con sus calles llenas de sombra, siempre frescas; los zocos de Damasco, Sana del Yemen, Mascata o Bagdad; todo aquel que ha dormido en la estera inmaculada del beduino de Palmira, que ha partido el pan y saboreado la sal fraternalmente en la soledad gloriosa del desierto, con Ibn Rachid, el suntuoso, tipo neto del árabe auténtico, o que ha gustado la exquisitez de una charla de simplicidad antigua con el puro descendiente del Profeta, el cherif Hussein ben Ali ben Aoun, emir de la Meca santa, ha podido notar la expresión de las pintorescas fisonomías reunidas. Un sentimiento único domina a toda la asistencia: una hilaridad loca. Ella flamea con vitales estallidos ante las palabras gruesas y libres del heroico cuentista público que en el centro del café o de la plaza gesticula, mima, se pasea o brinca para dar mayor expresión a su relato en medio de los espectadores risueños... Y se apodera de vosotros la general embriaguez suscitada por las palabras y los sonidos imitativos, el humo del tabaco que hace soñar, la esencia afrodisíaca que parece flotante en el espacio, el sub-olor discreto del haschich, último regalo de Alah a los hombres... Y os sentís navegantes aéreos en la frescura de la noche.

Allí nadie aplaude. Ese gesto bárbaro, inarmónico y feroz, vestigio indiscutible de razas ancestrales y antropófagas que danzaban en torno del poste de colores de la víctima y del cual ha hecho Europa un signo de la horrible alegría burguesa amontonada bajo el gas o la electricidad de las salas públicas, es completamente desconocido.

El árabe, ante una música compuesta de notas de cañas y flautas, ante un lamento de kanoun, un canto de muezzin o de almea, un cuento subido de color, un poema de aliteraciones en cascadas, un perfume sutil de jazmín, una danza de flor movida por la brisa, un -vuelo de pájaro o la desnudez de ámbar y perla de una abultada cortesana de formas ondulosas y ojos de estrella, responde en sordina o a toda voz con un ¡ah! ¡ah!... largo, sabiamente modulado, extático, arquitectónico.

Y esto se debe a que el árabe no es más que un instintivo; pero afinado, exquisito. Ama la línea pura y la adivina con su imaginación cuando es irreal.

Pero es parco en palabras y sueña... sueña. Y ahora, amigos míos...

Yo os prometo, sin miedo de mentir, que el telón va a levantarse sobre la más asombrosa, la más complicada y la más espléndida visión que haya alumbrado jamás sobre la nieve del papel el frágil útil del cuentista.


Doctor J. C. MARDRUS

2023/04/26

JL Borges - De Siete noches, noche tercera: Las mil y una noches.

 En preparación para el nuevo ciclod e publicación de cada una de las lecturas de las historias de las Mil noches u una noche, taambién comparto de nuevo la lectura de este texto de JL Borges.

De una conferencia realizada por Jorge Luis Borges es este texto. Habla de las mil y una noches y así relacionamos este podcast con el de Las Lecturas de tabaquería donde también se publicó esta lectura en algún momento cuando se planeaba el primer ciclo, en 2011. Cuando mi técnica lectora era distint

El texto de origen está en http://biblio3.url.edu.gt/Libros/borges/Siete_noches.pdf.




Tres

Las mil y una noches

 
Señoras, señores
 
Un acontecimiento capital de la historia de las naciones occidentales es el descubrimiento del Oriente. Sería más exacto hablar de una conciencia del Oriente, continua, comparable a la presencia de Persia en la historia griega. Además de esa conciencia del Oriente —algo vasto, inmóvil, magnifico, incomprensible— hay altos momentos y voy a enumerar algunos. Lo que me parece conveniente, si queremos entrar en este tema que yo quiero tanto, que he querido desde la infancia, el tema del Libro de Las mil y una noches, o, como se llamó en la versión inglesa —la primera que leí— The Arabian Nights: Noches árabes. No sin misterio también, aunque el título es menos bello que el de Libro de Las mil y una noches.

Voy a enumerar algunos hechos: los nueve libros de Herodoto y en ellos la revelación de Egipto, el lejano Egipto. Digo “el lejano” porque el espacio se mide por el tiempo y las navegaciones eran azarosas. Para los griegos, el mundo egipcio era mayor, y lo sentían misterioso.

Examinaremos después las palabras Oriente y Occidente) que no podemos definir y que son verdaderas. Pasa con ellas lo que decía San Agustín que pasa con el tiempo: “¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, lo ignoro”. ¿Qué son el Oriente y el Occidente? Si me lo preguntan, lo ignoro. Busquemos una aproximación.

Veamos los encuentros, las guerras y las campañas de Alejandro. Alejandro, que conquista la Persia, que conquista la India y que muere finalmente en Babilonia, según se sabe. Fue éste el primer vasto encuentro con el Oriente, un encuentro que afectó tanto a Alejandro, que dejó de ser griego y se hizo parcialmente persa. Los persas, ahora lo han incorporado a su historia. A Alejandro, que dormía con la Ilíada y con la espada debajo de la almohada. Volveremos a él más adelante, pero ya que mencionamos el nombre de Alejandro, quiero referirles una leyenda que, bien lo sé, será de interés para ustedes.

Alejandro no muere en Babilonia a los treinta y tres años. Se aparta de un ejército y vaga por desiertos y selvas y luego ve una claridad. Esa claridad es la de una fogata.

La rodean guerreros de tez amarilla y ojos oblicuos. No lo conocen, lo acogen. Como esencialmente es un soldado, participa de batallas en una geografía del todo ignorada por él. Es un soldado: no \e importan las causas y está listo a morir. Pasan los años, él se ha olvidado de tantas cosas y llega un día en que se paga a la tropa y entre las monedas hay una que lo inquieta. La tiene en la palma de la mano y dice: “Eres un hombre viejo; esta es la medalla que hice acuñar para la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia.” Recobra en ese momento su pasado y vuelve a ser un mercenario tártaro o chino o lo que fuere.

Esta memorable invención pertenece al poeta inglés Robert Graves. A Alejandro le había sido predicho el dominio del Oriente y el Occidente. En los países del Islam se lo celebra aún bajo el nombre de Alejandro Bicorne, porque dispone de los dos cuernos del Oriente y del Occidente.
Veamos otro ejemplo de ese largo diálogo entre el Oriente y el Occidente, ese diálogo no pocas veces trágico. Pensamos en el joven Virgilio que está palpando una seda estampada, de un país remoto. El país de los chinos, del cual él sólo sabe que es lejano y pacífico, muy numeroso, que abarca los últimos confines del Oriente. Virgilio recordará esa seda en las Geórgicas, esa seda inconsútil, con imágenes de templos, emperadores, ríos, puentes, lagos distintos de los que conocía.

Otra revelación del Oriente es la de aquel libro admirable, la Historia natural de Plinio. Ahí se habla de los chinos y se menciona a Bactriana, Persia, se habla de la India, del rey Poro. Hay un verso de Juvenal, que yo habré leído hará más de cuarenta años y que, de pronto, me viene a la memoria. Para hablar de un lugar lejano, Juvenal dice: “Ultra Aurora et Ganges”, “más allá de la aurora y del Ganges”. En esas cuatro palabras está el Oriente para nosotros. Quién sabe si Juvenal lo sintió como lo sentimos nosotros. Creo que sí. Siempre el Oriente habrá ejercido fascinación sobre los hombres del Occidente.

Prosigamos con la historia y llegaremos a un curioso regalo. Posiblemente no ocurrió nunca. Se trata también de una leyenda. Harun al-Raschid, Aarón el Ortodoxo, envía a su colega Carlomagno un elefante. Acaso era imposible enviar un elefante desde Bagdad hasta Francia, pero eso no importa. Nada nos cuesta creer en ese elefante. Ese elefante es un monstruo.

Recordemos que la palabra monstruo no significa algo horrible. Lope de Vega fue llamado “Monstruo de la Naturaleza” por Cervantes. Ese elefante tiene que haber sido algo muy extraño para los francos y para el rey germánico Carlomagno. (Es triste pensar que Carlomagno no pudo haber leído la Chanson de Roland, ya que hablaría algún dialecto germánico.)

Le envían un elefante y esa palabra, “elefante”, nos recuerda que Roland hace sonar el “olifán”, la trompeta de marfil que se llamó así, precisamente, porque procede del colmillo del elefante. Y ya que estamos hablando de etimologías, recordemos que la palabra española “alfil” significa “el elefante” en árabe y tiene el mismo origen que “marfil”. En piezas de ajedrez orientales yo he visto un elefante con un castillo y un hombrecito. Esa pieza no era la torre, como podría pensarse por el castillo, sino el alfil, el elefante.

En las Cruzadas los guerreros vuelven y traen memorias: traen memorias de leones, por ejemplo. Tenemos el famoso cruzado Richard of the Lion-Heart, Ricardo Corazón de León. El león que ingresa en la heráldica es un animal del Oriente. Esta lista no puede ser infinita, pero recordemos a Marco Polo, cuyo libro es una revelación del Oriente (durante mucho tiempo fue la mayor revelación), aquel libro que dictó a un compañero de cárcel, después de una batalla en que los venecianos fueron vencidos por los genoveses. Ahí está la historia del Oriente y ahí precisamente se habla de Kublai Khan, que reaparecerá en cierto poema de Coleridge.

En el siglo quince se recogen en Alejandría, la ciudad de Alejandro Bicorne, una serie de fábulas. Esas fábulas tienen una historia extraña, según se supone. Fueron habladas al principio en la India, luego en Persia, luego en el Asia Menor y, finalmente, ya escritas en árabe, se compilan en El Cairo. Es el Libro de Las mil y una noches.

Quiero detenerme en el título. Es uno de los más hermosos del mundo, tan hermoso, creo, como aquel otro que cité la otra vez, y tan distinto: Un experimento con el tiempo.

En éste hay otra belleza. Creo que reside en el hecho de que para nosotros la palabra “mil” sea casi sinónima de “infinito”. Decir mil noches es decir infinitas noches, las muchas noches, las innumerables noches. Decir “mil y una noches” es agregar una al infinito. Recordemos una curiosa expresión inglesa. A veces, en vez de decir “para siempre”, for ever, se dice for ever and a day, “para siempre y un día”. Se agrega un día a la palabra “siempre”. Lo cual recuerda el epigrama de Heine a una mujer: “Te amaré eternamente y aún después”.

La idea de infinito es consustancial con Las mil y una noches.

En 1704 se publica la primera versión europea, el primero de los seis volúmenes del orientalista francés Antoine Galland. Con el movimiento romántico, el Oriente entra plenamente en la conciencia de Europa. Básteme mencionar dos nombres, dos altos nombres. El de Byron, más alto por su imagen que por su obra, y el de Hugo, alto de todos modos. Vienen otras versiones y ocurre luego otra revelación del Oriente: es la operada hacia mil ochocientos noventa y tantos por Kipling: “Si has oído el llamado del Oriente, ya no oirás otra cosa”.

Volvamos al momento en que se traducen por primera vez Las mil y una noches. Es un acontecimiento capital para todas las literaturas de Europa. Estamos en 1704, en Francia. Esa Francia es la del Gran Siglo, es la Francia en que la literatura está legislada por Boileau, quien muere en 1711 y no sospecha que toda su retórica ya está siendo amenazada por esa espléndida invasión oriental.

Pensemos en la retórica de Boileau, hecha de precauciones, de prohibiciones, pensemos en el culto de la razón, pensemos en aquella hermosa frase de Fenelon: “De las operaciones del espíritu, la menos frecuente es la razón.” Pues bien, Boileau quiere fundar la poesía en la razón.
Estamos conversando en un ilustre dialecto del latín que se llama lengua castellana y ello es también un episodio de esa nostalgia, de ese comercio amoroso y a veces belicoso del Oriente y del Occidente, ya que América fue descubierta por el deseo de llegar a las Indias. Llamamos indios a la gente de Moctezuma, de Atahualpa, de Catriel, precisamente por ese error, porque los españoles creyeron haber llegado a las Indias. Esta mínima conferencia mía también es parte de ese diálogo del Oriente y del Occidente.

En cuanto a la palabra Occidente, sabemos el origen que tiene, pero ello no importa. Cabría decir que la cultura occidental es impura en el sentido de que sólo es a medias occidental. Hay dos naciones esenciales para nuestra cultura. Esas dos naciones son Grecia (ya que Roma es una extensión helenística) e Israel, un país oriental. Ambas se juntan en la que llamamos cultura occidental. Al hablar de las revelaciones del Oriente, debía haber recordado esa revelación continua que es la Sagrada Escritura. El hecho es recíproco, ya que el Occidente influye en el Oriente. Hay un libro de un escritor francés que se titula El descubrimiento de Europa por los chinos y es un hecho real, que tiene que haber ocurrido también.

El Oriente es el lugar en que sale el sol. Hay una hermosa palabra alemana que quiero recordar: Morgenland —para el Oriente—, “tierra de la mañana”. Para el Occidente, Abenland, “tierra de la tarde”. Ustedes recordarán Der untergang des Abendlandes de Spengler, es decir, “la ida hacia abajo de la tierra de la tarde”, o, como se traduce de un modo más prosaico, La decadencia de Occidente. Creo que no debemos renunciar a la palabra Oriente, una palabra tan hermosa, ya que en ella está, por una feliz casualidad, el oro. En la palabra Oriente sentimos la palabra oro, ya que cuando amanece se ve el cielo de oro. Vuelvo a recordar el verso ilustre de Dante, “Dolce color d’oriental zaffiro”. Es que la palabra oriental tiene los dos sentidos: el zafiro oriental, el que procede del Oriente, y es también el oro de la mañana, el oro de aquella primera mañana en el Purgatorio.

¿Qué es el Oriente? Si lo definimos de un modo geográfico nos encontramos con algo bastante curioso, y es que parte del Oriente sería el Occidente o lo que para los griegos y romanos fue el Occidente, ya que se entiende que el Norte de África es el Oriente. Desde luego, Egipto es el Oriente también, y las tierras de Israel, el Asia Menor y Bactriana, Persia, la India, todos esos países que se extienden más allá y que tienen poco en común entre ellos. Así, por ejemplo, Tartaria, la China, el Japón, todo eso es el Oriente para nosotros. Al decir Oriente creo que todos pensamos, en principio, en el Oriente islámico, y por extensión en el Oriente del norte de la India.

Tal es el primer sentido que tiene para nosotros y ello es obra de Las mil y una noches. Hay algo que sentimos como el Oriente, que yo no he sentido en Israel y que he sentido en Granada y en Córdoba. He sentido la presencia del Oriente, y eso no sé si puede definirse; pero no sé si vale la pena definir algo que todos sentimos íntimamente. Las connotaciones de esa palabra se las debemos al Libro de Las mil y una noches. Es lo que primero pensamos; sólo después podemos pensar en Marco Polo o en las leyendas del Preste Juan, en aquellos ríos de arena con peces de oro. En primer término pensamos en el Islam.

Veamos la historia de ese libro; luego, las traducciones. El origen del libro está oculto. Podríamos pensar en las catedrales malamente llamadas góticas, que son obras de generaciones de hombres. Pero hay una diferencia esencial, y es que los artesanos, los artífices de las catedrales, sabían bien lo que hacían. En cambio, Las mil y una noches surgen de modo misterioso. Son obra de miles de autores y ninguno pensó que estaba edificando un libro ilustre, uno de los libros más ilustres de todas las literaturas, más apreciados en el Occidente que en el Oriente, según me dicen. Ahora, una noticia curiosa que transcribe el barón de Hammer Purgstall, un orientalista citado con admiración por Lañe y por Burton, los dos traductores ingleses más famosos de Las mil y una noches. Habla de ciertos hombres que él llama confabulatores nocturni: hombres de la noche que refieren cuentos, hombres cuya profesión es contar cuentos durante la noche. Cita un antiguo texto persa que informa que el primero que oyó recitar cuentos, que reunió hombres de la noche para contar cuentos que distrajeran su insomnio fue Alejandro de Macedonia. Esos cuentos tienen que haber sido fábulas. Sospecho que el encanto de las fábulas no está en la moraleja. Lo que encantó a Esopo o a los fabulistas hindúes fue imaginar animales que fueran como hombrecitos, con sus Comedias y sus tragedias. La idea del propósito moral fue agregada al fin: lo importante era el hecho de que el lobo hablara con el cordero y el buey con el asno o el león con un ruiseñor.

Tenemos a Alejandro de Macedonia oyendo cuentos contados por esos anónimos hombres de la noche cuya profesión es referir cuentos, y esto perduró durante mucho tiempo. Lañe, en su libro Account of the Manners and Costumes of the modern Egyptians, Modales y costumbres de los actuales egipcios, cuenta que hacia 1850 eran muy comunes los narradores de cuentos en El Cairo. Que había unos cincuenta y que con frecuencia narraban las historias de Las mil y una noches.

Tenemos una serie de cuentos; la serie de la India, donde se forma el núcleo central, según Burton y según Cansinos-Asséns, autor de una admirable versión española, pasa a Persia; en Persia los modifican, los enriquecen y los arabizan; llegan finalmente a Egipto. Esto ocurre a fines del siglo quince. A fines del siglo quince se hace la primera compilación y esa compilación procedía de otra, persa según parece: Hazar afsana, Los mil cuentos.

¿Por qué primero mil y después mil y una? Creo que hay dos razones. Una, supersticiosa (la superstición es importante en este caso), según la cual las cifras pares son de mal agüero. Entonces se buscó una cifra impar y felizmente se agregó “y una”. Si hubieran puesto novecientas noventa y nueve noches, sentiríamos que falta una noche; en cambio, así, sentimos que nos dan algo infinito y que nos agregan todavía una yapa, una noche. El texto es leído por el orientalista francés Galland, quien lo traduce. Veamos en qué consiste y de qué modo está el Oriente en ese texto. Está, ante todo, porque al leerlo nos sentimos en un país lejano.

Es sabido que la cronología, que la historia existen; pero son ante todo averiguaciones occidentales. No hay historias de la literatura persa o historias de la filosofía indos-tánica; tampoco hay historias chinas de la literatura china, porque a la gente no le interesa la sucesión de los hechos. Se piensa que la literatura y la poesía son procesos eternos. Creo que, en lo esencial, tienen razón. Creo, por ejemplo, que el título Libro de Las mil y una noches (o, como quiere Burton, Book of tke Thousand Nigths and a Night, Libro de las mil noches y una noche), seria un hermoso título si lo hubieran inventado esta mañana. Si lo hiciéramos ahora pensaríamos qué lindo título; y es lindo pues no sólo ts hermoso (como hermoso es Los crepúsculos del jardín, de Lugones) sino porque da ganas de leer el libro.

Uno tiene ganas de perderse en Las mil y una noches; uno sabe que entrando en ese libro puede olvidarse de su pobre destino humano; uno puede entrar en un mundo, y ese mundo está hecho de unas cuantas figuras arquetípicas y también de individuos.

En el título de Las mil y una noches hay algo muy importante: la sugestión de un libro infinito. Virtualmente, lo es. Los árabes dicen que nadie puede leer Las mil y una noches hasta el fin. No por razones de tedio: se siente que el libro es infinito.

Tengo en casa los diecisiete volúmenes de la versión de Burton. Sé que nunca los habré leído todos pero sé que ahí están las noches esperándome; que mi vida puede ser desdichada pero ahí estarán los diecisiete volúmenes; ahí estará esa especie de eternidad de Las mil y una noches del Oriente.

¿Y cómo definir al Oriente, no el Oriente real, que no existe? Yo diría que las nociones de Oriente y Occidente son generalizaciones pero que ningún individuo se siente oriental. Supongo que un hombre se siente persa, se siente hindú, se siente malayo, pero no oriental. Del mismo modo, nadie se siente latinoamericano: nos sentimos argentinos, chilenos, orientales (uruguayos). No importa, el concepto no existe. ¿Cuál es su base? Es ante todo la de un mundo de extremos en el cual las personas son o muy desdichadas o muy felices, muy ricas o muy pobres. Un mundo de reyes, de reyes que no tienen por qué explicar lo que hacen. De reyes que son, digamos, irresponsables como dioses.

Hay, además, la noción de tesoros escondidos. Cualquier hombre puede descubrirlos. Y la noción de la magia, muy importante. ¿Qué es la magia? La magia es una causalidad distinta. Es suponer que, además de las relaciones causales que conocemos, hay otra relación causal. Esa relación puede deberse a accidentes, a un anillo, a una lámpara. Frotamos un anillo, una lámpara, y aparece el genio. Ese genio es un esclavo que también es omnipotente, que juntará nuestra voluntad. Puede ocurrir en cualquier momento.

Recordemos la historia del pescador y del genio. El pescador tiene cuatro hijos, es pobre. Todas las mañanas echa su red al borde de un mar. Ya la expresión un mar es una expresión mágica, que nos sitúa en un mundo de geografía indefinida. El pescador no se acerca al mar, se acerca a un mar y arroja su red. Una mañana la arroja y la saca tres veces: saca un asno muerto, saca cacharros rotos, saca, en fin, cosas inútiles. La arroja por cuarta vez (cada vez recita un poema) y la red está muy pesada. Espera que esté llena de peces y lo que saca es una jarra de cobre amarillo, sellado con el sello de Solimán (Salomón). Abre la jarra y sale un humo espeso. Piensa que podrá vender la jarra a los quincalleros, pero el humo llega hasta el cielo, se condensa y toma la figura de un genio.

¿Qué son esos genios? Pertenecen a una creación pre-adamita, anterior a Adán, inferior a los hombres, pero pueden ser gigantescos. Según los musulmanes, habitan todo el espacio y son invisibles e impalpables.

El genio dice: “Alabado sea Dios y Salomón su Apóstol.” El pescador le pregunta por qué habla de Salomón, que murió hace tanto tiempo: ahora su apóstol es Mahoma. Le pregunta, también, por qué estaba encerrado en la jarra. El otro le dice que fue uno de los genios que se rebelaron contra Solimán y que Solimán lo encerró en la jarra, la selló y la tiró al fondo del mar. Pasaron cuatrocientos años y el genio juró que a quien lo liberase le daría todo el oro del mundo, pero nada ocurrió. Juró que a quien lo liberase le enseñaría el canto de los pájaros. Pasan los siglos y las promesas se multiplican. Al fin llega un momento en el que jura que dará muerte a quien lo libere. “Ahora tengo que cumplir mi juramento. Prepárate a morir, ¡ oh mi salvador!” Ese rasgo de ira hace extrañamente humano al genio y quizá querible.

El pescador está aterrado; finge descreer de la historia y dice: “Lo que me has contado no es cierto. ¿Cómo tú, cuya cabeza toca el cielo y cuyos pies tocan la tierra, puedes haber cabido en este pequeño recipiente?” El genio contesta: “Hombre de poca fe, vas a ver”. Se reduce, entra en la jarra y el pescador la cierra y lo amenaza.

La historia sigue y llega un momento en que el protagonista no es un pescador sino un rey, luego el rey de las Islas Negras y al fin todo se junta. El hecho es típico de Las mil y una noches. Podemos pensar en aquellas esferas chinas donde hay otras esferas o en las muñecas rusas. Algo parecido encontramos en el Quijote, pero no llevado al extremo de Las mil y una noches. Además todo esto está dentro de un vasto relato central que ustedes conocen: el del sultán que ha sido engañado por su mujer y que para evitar que el engaño se repita resuelve desposarse cada noche y hacer matar a la mujer a la mañana siguiente. Hasta que Shahrazada resuelve salvar a las otras y lo va reteniendo con cuentos que quedan inconclusos. Sobre los dos pasan mil y una noches y ella le muestra un hijo.

Con cuentos que están dentro de cuentos se produce un efecto curioso, casi infinito, con una suerte de vértigo. Esto ha sido imitado por escritores muy posteriores. Así, los libros de Alicia de Lewis Carroll, o la novela Sylvia and Bruno, donde hay sueños adentro de sueños que se ramifican y multiplican.

El tema de los sueños es uno de los preferidos de Las mil y una noches. Admirable es la historia de los dos que soñaron. Un habitante de El Cairo sueña que una voz le ordena en sueños que vaya a la ciudad de Isfaján, en Persia, donde lo aguarda un tesoro. Afronta el largo y peligroso viaje y en Isfaján, agotado, se tiende en el patio de una mezquita a descansar. Sin saberlo, está entre ladrones. Los arrestan a todos y el cadí le pregunta por qué ha llegado hasta la ciudad. El egipcio se lo cuenta. El cadí se ríe hasta mostrar las muelas y le dice: “Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en El Cairo en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín un reloj de sol y luego una fuente y una higuera y bajo la fuente está un tesoro. Jamás he dado el menor crédito a esa mentira. Que no te vuelva a ver por Isfaján. Toma esta moneda y vete.” El otro se vuelve a El Cairo: ha reconocido en el sueño del cadí su propia casa. Cava bajo la fuente y encuentra el tesoro.

En Las mil y una noches hay ecos del Occidente. Nos encontramos con las aventuras de Ulises, salvo que Ulises se llama Simbad el Marino. Las aventuras son a veces las mismas (ahí está Polifemo). Para erigir el palacio de Las mil y una noches se han necesitado generaciones de hombres y esos hombres son nuestros bienhechores, ya que nos han legado ese libro inagotable, ese libro capaz de tantas metamorfosis. Digo tantas metamorfosis porque el primer texto, el de Galland, es bastante sencillo y es quizá el de mayor encanto de todos, el que no exige ningún esfuerzo del lector; sin ese primer texto, como muy bien dice el capitán Burton, no se hubieran cumplido las versiones ulteriores.

Galland, pues, publica el primer volumen en 1704. Se produce una suerte de escándalo, pero al mismo tiempo de encanto para la razonable Francia de Luis XIV. Cuando se habla del movimiento romántico se piensa en fechas muy posteriores. Podríamos decir que el movimiento romántico empieza en aquel instante en que alguien, en Normandía o en París, lee Las mil y una noches. Está saliendo del mundo legislado por Boileau, está entrando en el mundo de la libertad romántica.

Vendrán luego otros hechos. El descubrimiento francés de la novela picaresca por Lessage; las baladas escocesas e inglesas publicadas por Percy hacia 1750. Y, hacia 1798, el movimiento romántico empieza en Inglaterra con Coleridge, que sueña con Kublai Khan, el protector de Marco Polo. Vemos así lo admirable que es el mundo y lo entreveradas que están las cosas.
Vienen las otras traducciones. La de Lañe está acompañada por una enciclopedia de las costumbres de los musulmanes. La traducción antropológica y obscena de Burton está redactada en un curioso inglés parcialmente del siglo catorce, un inglés lleno de arcaísmos y neologismos, un inglés no desposeído de belleza pero que a veces es de difícil lectura. Luego la versión licenciosa, en ambos sentidos de la palabra, del doctor Mardrus, y una versión alemana literal pero sin ningún encanto literario, de Littmann. Ahora, felizmente, tenemos la versión castellana de quien fue mi maestro Rafael Cansinos-Asséns. El libro ha sido publicado en México; es, quizá, la mejor de todas las versiones; también está acompañada de notas.

Hay un cuento que es el más famoso de Las mil y una noches y que no se lo halla en las versiones originales. Es la historia de Aladino y la lámpara maravillosa. Aparece en la versión de Galland y Burton buscó en vano el texto árabe o persa. Hubo quien sospechó que Galland había falsificado la narración. Creo que la palabra “falsificar” es injusta y maligna. Galland tenía tanto derecho a inventar un cuento como lo tenían aquellos confabulatores nocturni. ¿ Por qué no suponer que después de haber traducido tantos cuentos, quiso inventar uno y lo hizo?

La historia no queda detenida en el cuento de Galland. En su autobiografía De Quincey dice que para él había en Las mil y una noches un cuento superior a los demás y que ese cuento, incomparablemente superior, era la historia de Aladino. Habla del mago del Magreb que llega a la China porque sabe que ahí está la única persona capaz de exhumar la lámpara maravillosa.

Galland nos dice que el mago era un astrólogo y que los astros le revelaron que tenía que ir a China en busca del muchacho. De Quincey, que tiene una admirable memoria inventiva, recordaba un hecho del todo distinto. Según él, el mago había aplicado el oído a la tierra y había oído las innumerables pisadas de los hombres. Y había distinguido, entre esas pisadas, las del chico predestinado a exhumar la lámpara. Esto, dice De Quincey que lo llevó a la idea de que el mundo está hecho de correspondencias, está lleno de espejos mágicos y que en las cosas pequeñas está la cifra de las mayores. El hecho de que el mago mogrebí aplicara el oído a la tierra y descifrara los pasos de Aladino no se halla en ninguno de los textos. Es una invención que los sueños o la memoria dieron a De Quincey. Las mil y una noches no han muerto. El infinito tiempo de Las mil y una noches prosigue su camino. A principios del siglo dieciocho se traduce el libro; a principios del diecinueve o fines del dieciocho De Quincey lo recuerda de otro modo. Las noches tendrán otros traductores y cada traductor dará una versión distinta del libro. Casi podríamos hablar de muchos libros titulados Las mil y una noches. Dos en francés, redactados por Galland y Mardrus; tres en inglés, redactados por Burton, Lañe y Paine; tres en alemán, redactados por Henning, Littmann y Weil; uno en castellano, de Cansinos-Asséns. Cada uno de esos libros es distinto, porque Las mil y una noches siguen creciendo, o recreándose. En el admirable Stevenson y en sus admirables Nuevas mil y una noches (New Arabian Nights) se retoma el tema del príncipe disfrazado que recorre la ciudad, acompañado de su visir, y a quien le ocurren curiosas aventuras. Pero Stevenson inventó un príncipe, Floricel de Bohemia, su edecán, el coronel Geraldine, y los hizo recorrer Londres. Pero no el Londres real sino un Londres parecido a Bagdad; no al Bagdad de la realidad, sino al Bagdad de Las mil y una noches.
Hay otro autor cuya obra debemos agradecer todos: Chesterton, heredero de Stevenson. El Londres fantástico en el que ocurren las aventuras del padre Brown y del Hombre que fue Jueves no existiría si él no hubiese leído a Stevenson. Y Stevenson no hubiera escrito sus Nuevas mil y una noches si no hubiese leído Las mil y una noches. Las mil y una noches no son algo que ha muerto. Es un libro tan vasto que no es necesario haberlo leído, ya que es parte previa de nuestra memoria y es parte de esta noche también.


2023/04/24

Vienen mil noches y una noche (en realidad son menos): tras bambalinas de este podcast



A partir de 30 de abril vuelven a publicarse noche a noche las historias de Scheherazada, Comparto de nuevo este texto de hace 3 años y medio cuando se publicaron por segunda vez

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 Durante más de cuatro años estuvo rondando en mi cabeza y mi escritorio el libro de las historias mil noches y una noche o también llamado solamente las mil y una noches. Desde enero de 2010 estuve grabando y publicando las grabaciones, junto con los textos, a manera de podcast. Una noche diaria como nos cuenta la historia que hizo Schehrazada. Ahora empiezo de nuevo.

He repetido que este es el proyecto más largo en el que me he embarcado, incluso más que cualquiera de mis dos maestrías. Por eso pienso que necesito que ese proyecto quede con la mejor calidad posible y el descontento de que la tercera parte  tuviera un sonido que no me satisfacía estaba rondando constantemente. Y como en la primera vez, grabé de nuevo unos episodios, luego dejé de hacerlo, con los años seguí y volví a parar pero fue en la segunda mitad de 2019 donde por fin tomé el impulso suficiente para grabar todos esos largos episodios del comienzo. Aún me faltan muchos.

La idea loca empezó una vez mientras trabajaba en mi otro podcast, Lecturas de tabaquería, y reflexionaba sobre la frecuencia semanal de la publicación en ese sitio. Como una idea lleva a otras y luego a otra, llegué a la idea de leer algo diario y que ese algo podían ser las mil y una noches. Tenía la estructura perfecta para la lectura diaria, se encuentra fácilmente en muchos sitios, es de dominio público y rinde honor al contador de historias, en este caso una fantástica contadora.

Esa idea ocurrió en algún vago momento entre el final de 2009 y el comienzo de 2010. Lo que sí está claro es que la primera grabación la hice el 21 de enero de 2010.  Antes de comenzar a grabar de forma sistemática las noches estuve seleccionando la fuente de la cuál iba a leer, si era en libro o en internet, y quise hacer una tabla en excel que registrara cuándo fue grabado cada episodio, cuándo publicado, cuánto tiempo me tomó en realidad la edición y producción de cada uno, el tiempo total de grabación, producción, reproducción y varios indicadores más. Comencé con mucho juicio con esa tarea pero luego empecé a olvidar registrar el tiempo de edición y el de la grabación original y luego decidí dejar de hacerlo. Lo mismo pasó con la fecha de grabación aunque de los archivos finales de las grabaciones podría tomar ese dato. Con la nuevas grabaciones estoy registrando el tiempo incial de grabación y el final del archivo publicado.

Por todos esos datos sé que empecé un 21 de enero. Durante la época de evaluación había decidido buscar una versión en internet que me facilitara la lectura y copiar los textos a mi blog/podcast. La lectura desde libros y no en la pantalla había mostrado ser complicada para las lecturas de tabaquería y me sentía mucho más cómodo leyendo de un sitio web o archivo PDF. Para facilitar la lectura de estos textos y del material necesario para mi maestría) había comprado en 2009 una pantalla externa a mi computador que permitiera girarla y quedar en sentido vertical. Como una hoja de libro o cuaderno. Así podía aumentar el tamaño de la letra, o el zoom sobre el material y el texto en pantalla podía ser más largo y tendría que avanzar (hacer scroll) con menos frecuencia. Aún leo en esa pantalla.

Encontrar un buen sitio web me tomó un tiempo pero finalmente hallé en wikisource el trabajo que alguien o un grupo de personas había hecho en convertir a ese formato los libros de las mil noches y una noche. Infinitas gracias a la gente que hizo ese trabajo. Sin eso me hubiera costado mucho más y tal vez no hubiera terminado como terminó. Acá el texto fuente. Ese mismo sitio desde donde tomé los textos facilitó  no solo la lectura sino copiar y pegar el texto; durante esos días de planeación decidí que mi intención sería que el oyente pudiera además leer el texto. O si alguien solo quería leerlo que tuviera la opción de hacerlo. Ese texto presentaba algunos errores de transcripción o de OCR al convertir del escáner al texto. También errores de ortografía pero creo que la mayoría son porque debieron tomar un libro de una época en que los monosílabos y otras palabras se tildaban diferente a hoy. Si no fue por eso, es asombroso cómo alguien se dedicó de manera muy consagrada a poner tildes donde no iban, creyendo que sí. A veces corregí errores pero la gran mayoría siguen en los textos publicados.

También estuve buscando quién tuviera organizada la estructura detallada de las mil y una noches pero no la encontré. Lo máximo fue cuales historias se encuentran bajo una historia principal pero no el tercer, o cuarto nivel de anidamiento (como dicen los programadores). Tampoco las noches en que terminaban en iniciaban esas historias subordinadas. Solo tenía el dato para la primera. Durante ese mismo tiempo averigüé sobre el origen de la obra. Desde la secundaria sabía que era una recopilación de cuentos de muchas épocas y muchos sitios pero no sabía nada más. Así supe que la recopilación original es de alrededor del siglo XV pero que los cuentos son mucho más antiguos. Muchos son árabes pero otros tanto son de origen indio. También supe de las diversas traducciones (y traducciones sobre traducciones) y las modificaciones que sufrieron para hacerlas más atractivas al público del momento.  Así fue que llegaron a la obra las historias más famosas:  Aladino, Sindbad y Alí Babá porque esas no estaban incluidas en la recopilación original.

Digamos que ya estaba listo para grabar. Ya tenía un micrófono decente que había comprado para las Lecturas de tabaquería y tenía el software de edición. Entre la primera grabación y la publicación pasaron casi 18 meses, en parte porque estaba estudiando mi maestría en administración y el mismo semestre en que comencé a grabar tuve el ciclo de 4 meses más duro. En el segundo semestre de 2010, finalizando, retomé el proyecto. Para ese momento había grabado solo 10 episodios pero el tema seguía rondando en mi cabeza y fue durante todo ese tiempo que las ideas e investigaciones se fueron sucediendo.

El primero de enero de 2011 comencé a grabar, tal vez como un propósito de año nuevo. Para esa época programé el comienzo teniendo en cuenta en cuál época del año terminaría de publicar 1001 noches. Decidí finalizar en un mes de marzo así que debía empezar a publicar un mes de julio, según mis cuentas. Pero si quería hacer alguna campaña de expectativa debía hacerla con tiempo y decidí que iba a publicar información interesante sobre las 1001 noches en los 40 días anteriores a publicar la primera grabación. Esta vez no hice eso.

Sabiendo que comenzaba el primero de julio me puse el objetivo de adelantar grabaciones de los 100 primeros episodios en ese tiempo entre enero y julio. Porque no podía permitirme que se interrumpiera la publicación diaria, noche por noche. No logré grabar los 100 pero sí lo hice con casi 50. Tenía entonces cerca de tres meses de adelanto para asegurar la continuidad. Pero según mis registros incompletos de fechas de grabación, para octubre del mismo año esa diferencia estaba reducida solamente a 3 días. De ahí en adelante trataba de adelantar las grabaciones pero creo que nunca logré tener los tres meses de ventaja. Hubo momentos especiales en que sabía que no podría estar disponible por cierto tiempo y las grabaciones debían quedar hechas. Uno de esos fue cuando vinimos a Suecia en 2011 pero el "colchón" apenas fue suficiente para un par de días después de llegar. Las grabaciones de los siguientes tres meses las hice en Estocolmo, lo correspondiente hasta la primera semana de febrero de 2012. Las grabaciones de las últimas 130 noches también fueron hechas en esta ciudad.

Creo que fue durante esa primera estancia en Suecia que descubrí algo terrible con mi planeación. Durante mi investigación nunca supe que las mil y una noches no son mil y una. Son bastante menos. A partir de la noche 170 empiezan a faltar porque el traductor consideró que eran muy cortas y unió varias en una sola. Al notar eso me di cuenta que mi fecha estimada de finalización no iba a ser marzo de 2014 sino antes. ¡Horror! Tomé mi libro (que usa la misma traducción que la que leí desde la web) y me fui noche por noche identificando las faltantes. Como si lo hubiera planeado, la nueva cuenta me mostró que iba a terminar el 31 de diciembre. Aunque también pude haber tomado la opción de no publicar nada en las noche faltantes y de esa forma terminar la fecha planeada. Me decidí por la primera opción.

El interés de finalizar en otra fecha era para poder promover el sitio y que el final no sucediera en un momento en el que la gente esté pensando en otras cosas, como navidad. Justamente eso fue lo que pasó pero de todas formas no hice la promoción ni la convocatoria que hubiera querido. Me rajé en esa tarea de mercadeo. En esta ocasión terminará el 2 de junio de 2022.

En dos o tres ocasiones las noches no se publicaron cuando debían, lo reconozco. Empecé con mucha ventaja pero hubo momentos en que olvidaba que en determinada fecha se acababan las publicaciones programadas o porque no había tenido el tiempo suficiente de grabar una o dos noches. En general las fechas sí se cumplieron y la programación de la última noche, publicada en 31 de diciembre de 2013, la hice hacia el 7 del mismo mes.

A medida que pasaban las noches me daba cuenta que era difícil ubicar las lecturas iniciales en el sitio web y que eso sería aún peor entre más avanzado estuviera el proyecto. Decidí entonces crear el mini sitio de las historias completas. Así una persona podía buscar una historia específica y oírla toda de una vez. Cada historia completa consta de la unión de los archivo originales de las noches involucradas y la sección correspondiente de la noche final e inicial. Para ese proyecto no tenía fechas específicas de publicación y lo hice por oleadas, no las iba publicando a medida que terminaran. Esa publicación fue la que terminó el 27 de marzo de 2014, un día antes de la fecha en que inicialmente pensé iba a terminar cuando creía que las noches eran 1001. Organizar estas historias me permito completar la estructura de historias principales y subordinadas que no había encontrado en ningún otro lugar. Si solo hubiera que destacar un aporte de este proyecto sería ese: organizar todas las historias completas y tener muy clara su estructura. Como empecé el proyecto de nuevo ese sitio de las historias se ha retirado también pero puede encontrarse la estructura, por ahora sin vínculos.

Cuando empezaba el proyecto de Lecturas de tabaquería pensaba que habría valido la pena todo el esfuerzo si algún profesor en un pueblo remoto, digamos del departamento de Putumayo en Colombia, usaba la conexión a internet de Telecom para oír las historias con sus pupilos. Y me escribía para contarme. Eso mismo podríamos decir de 1001 noches aunque nunca recibí un mensaje contándome historias de este estilo. Pero sí recibí varios comentarios halagadores y de agradecimiento. Esos también hicieron que valiera la pena.

Hablando de esfuerzos y resultados: la suma de la duración de todos las noches, con sus cortinillas musicales, fue de 143 horas, 3 minutos, 39 segundos. Aunque no tengo datos del tiempo empleado en producir todo este trabajo, puedo estimar que fueron entre 400 y 500 horas, incluido el tiempo en organizar las historias completas. Esas horas involucraron búsqueda, grabación, edición, oír el episodio completo finalizado, regrabar uno que otro, subir a internet, crear el post con el texto de cada noche, vincular archivo y post y algunas otras tareas más. Aún no hemos contado las horas que tomará grabar las primeras 377 noches.

Entre la noche 377 y 378 se podía notar un cambio en la calidad del sonido. Desde años atrás tenía la idea de comprar una consola de grabación pero no tenía ni idea del tema (aún no la tengo). Pero encontré una mini consola preciosa, barata que compré por internet y llegó a la casa de un amigo que vive en EEUU. Cuando él fue a Colombia la llevó y yo empecé a jugar y se nota una diferencia en calidad. Otro momento de cambio fue cuando volví a Suecia y dejé en Bogotá el "pop filter", esa malla que se pone delante del micrófono para que las consonantes explosivas no se noten tanto y desagraden en la grabación. Las lecturas que hice a finales de agosto y en septiembre y octubre de 2013 tienen ese defecto. También se pueden notar cambios cuando tenía gripa, cuando llevaba tiempo sin leer en voz alta y la voz estaba desacostumbrada, cuando hacía jornadas largas y la voz se notaba cansada. Cuando terminé pensaba que me gustaría volver a grabar la primeras 377 noches de nuevo con el mejor sistema de sonido pero eso implicaría 56 horas de grabación (eso es lo que duran esas actualmente) y alrededor de 150 horas de trabajo. Pensaba que pasaría algún día. Ese día ha llegado.

Quise tener un sitio web con todo lo último en diseño y que fuera muy fácil encontrar las grabaciones, sin importar que fueran nuevas o muy viejas. Estaba dispuesto a gastarme parte de mi sueldo en eso. Pero antes de empezar las publicaciones dejé mi trabajo de ese momento y junto con las deudas que tenía por mi maestría vi que el dinero iría a otros propósitos más vitales. Porque si iba a contactar a alguien no iba a ser solo un favor. Necesitaba a alguien responsable que diera mantenimiento y se esforzara más allá de un simple favor. Encontré la plantilla que tuvo el sitio durante mucho tiempo y lo monté sobre blogger, la plataforma de blogs de  Google, porque me permitía incluir los audios y que funcionara como podcast, no solo para oírlo por solicitud, "on demand", en internet. Y porque podía usar mi propio dominio, todo esto sin pagar nada adicional.

Fueron en total 916 episodios, incluida la historia inicial del rey Schariar en un archivo distinto a la noche 001.  La noche más larga es la 32, dura casi 1H 20 min. La más corta es la 159 que dura solamente 2min 59 seg. Las primeras 50 noches son más largas que el resto, a partir de allí se mantienen entre 6 y 8 minutos. Luego de la historia de Aladino, a partir de la noche 774 sube de nuevo a más de 10 minutos. Todo esto hace que el promedio de cada noche fuera 9 min 23 seg.

En las historias completas: son 77 historias principales más la conclusión pero incluidas las historias subsidiarias son 224. La más larga es la Historia del rey Omar al - Neman y de sus dos hijos Scharkan y Daul'makan, duró 4H 54' 18". Le sigue la Historia del jorobado con el sastre, el corredor nazareno, el intendente y el médico judío; lo que de ello resultó, y sus aventuras sucesivamente referidas con 4H 53' 54" (cada una publicada en cinco partes). La más corta es Palabras de la tercera joven que hace parte de la Historia de la muerte del rey Omar Al Nemán con solo 40 segundos. De las 224 historias el promedio es de 50 minutos por historia.

Para el futuro: Pronto haré la lista de las historias que más me gustan y le dedicaré una página en http://www.1001noches.co/ Por ahora puedo decir que ninguna de las más famosas, las que fueron añadidas después, son de mis favoritas.

Durante estos 6 años después de terminar pensaba que algún día retiraría las grabaciones del aire y empezaría de nuevo a publicarlas noche a noche. Para ese momento esperaba haber grabado de nuevo esas primeras 377 noches. Y pues vamos a empezar de nuevo pero no he grabado todas esas noches. Tengo la historia del Rey Schariar y de la noche 1 a la 32 (la más larga). Tengo además de la 50 a la 100 (por ser noches cortas quise adelantar esas primero).

Uno de los comentarios que recibí me decía que debía publicar en youtube las grabaciones para mayor audiencia. Podría ensayar pero no sé qué tan práctico sea, especialmente con las grabaciones muy largas.

Debo dejar claro que el contenido de estas historias tiene muchos mensaje misóginos, clasistas, racistas, sexistas y en general no aceptables con las creencias actuales ni con las mías propias. No hice esta grabación por ser uno de mis libros preferidos y hay historias que en realidad me gustan poco. Lo hice coo un proyecto de largo aliento que hoy quiero pulir un poco para dejar, ahora sí, como quede.

Y leeré otro u otros libros. Ya leí mi libro favorito, La historia interminable, de Michael Ende, con quien era mi esposa entonces. Ese lo encuentran en http://lhi.lecturasdetabaqueria.com/ Por los derechos de autor no he querido subirlo a ninguna plataforma de podcast.
En ciernes, hace muchos años, está un proyecto sobre Cortázar con una tuitera de Medellín.
"En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente"