2024/02/12

Noche 328



Y cuando llegó la 328ª noche

Ella dijo:
... Cuando se despertó ya era de día, y los mercaderes empezaban a abrir el zoco. Asombrado Alischar al verse tendido en aquella calle, se llevó la mano a la frente, y vio que había desaparecido el turbante, lo mismo que el albornoz. Entonces empezó a comprender la realidad, y corrió muy alborotado a contar su desventura a la buena vieja, a quien rogó que fuera a averiguar noticias. Ella consintió de grado y salió para volver al cabo de una hora con la cara y la cabellera trastornada, a enterarle de la desaparición de Zumurrud y decirle: "Creo, hijo mío, que ya puedes renunciar a volver a ver a tu amada. ¡En las calamidades, no hay fuerza ni recurso más que en Alah Omnipotente! ¡Todo lo que te ocurre es por culpa tuya!"
Al oír esto, Alischar vio que la luz se convertía en tinieblas en sus ojos, y desesperó de la vida y deseó morir, y se echó a llorar y sollozar en brazos de la buena vieja, hasta que se desmayó. Después, a fuerza de cuidados, recobró el sentido; pero fue para meterse en la cama, presa de una grave enfermedad que le hizo padecer insomnios, y sin duda le habría llevado directamente a la tumba, si la buena anciana no le hubiera querido, cuidado y alentado. Muy enfermo estuvo un año entero, sin que la vieja le dejara un momento; le daba las medicinas y le cocía el alimento, y le hacía respirar los perfumes vivificadores. Y en un estado de debilidad extrema, se dejaba cuidar, y recitaba versos muy tristes sobre la separación, como estos entre otros mil:
¡Acumúlanse las zozobras, se aparta el amor, corren las lágrimas y el corazón arde!
¡El peso del dolor cae sobre una espalda que no puede soportarlo, sobre un corazón extenuado por el deseo de amar, por la pasión sin rumbo y por las continuadas vigilias!
¡Señor! ¿Queda algún medio de ayudarme? ¡Apresúrate a socorrerme, antes de que el último aliento de vida se exhale de un cuerpo agotado!
En tal estado permaneció Alischar sin esperanza de restablecerse, lo mismo que sin esperanza de volver a ver a Zumurrud, y la buena vieja no sabía cómo sacarle de aquel letargo, hasta que un día le dijo: "¡Hijo mío, el modo de volver a encontrar a tu amiga no es seguir lamentándote sin salir de casa! Si quieres hacerme caso, levántate y repón tus fuerzas, y sal a buscarla por las ciudades y comarcas. ¡Nadie sabe por qué camino puede venir la salvación! ' Y no dejó de alentarle de tal manera ni de darle esperanza, hasta que le obligó a levantarse y a entrar en el hammam, en el cual ella misma le bañó, y le hizo tomar sorbetes y comerse un pollo. Y le estuvo cuidando de la misma manera un mes, hasta que le dejó en situación de poder viajar. Entonces Alischar se despidió de la anciana y se puso en camino para buscar a Zumurrud.
Y así fue como acabó por llegar a la ciudad en donde Zumurrud era rey, y por entrar en el pabellón del festín, y sentarse delante de la fuente de arroz con leche salpicado de azúcar y canela.
Como tenía mucha hambre, se levantó las mangas hasta los codos, dijo la fórmula "Bismilah", y se dispuso a comer. Entonces, sus vecinos, compadecidos al ver el peligro a que se exponía, le advirtieron que seguramente le ocurriría alguna desgracia si tenía la mala suerte de tocar aquel manjar. Y como se empeñaba en ello, el comedor de haschich le dijo: "¡Mira que te desollarán y ahorcarán!"
Y Alischar contestó: "¡Bendita sea la muerte que me libre de una vida llena de infortunios! ¡Pero antes probaré este arroz con leche!" Y alargó la mano y empezó a comer con gran apetito. Eso fue todo.
Y Zumurrud, que lo observaba muy conmovida, dijo para sí: "¡Quiero empezar por dejarlo saciar el hambre antes de llamarle!" Y cuando vio que había acabado de comer y que había pronunciado la fórmula ¡Gracias a Alah!", dijo a los guardias: "Id a buscar afablemente a ese joven que está sentado delante de la fuente de arroz con leche, y rogadle con muy buenos modales que venga a hablar conmigo, diciéndole: "¡El rey te llama para hacerte una pregunta y una respuesta, nada más!"
Y los guardias fueron y se inclinaron ante Alischar, y le dijeron: "¡Señor, nuestro rey te llama para hacerte una pregunta y una respuesta, nada más!" Alischar contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y se levantó y les acompañó junto al rey.
En tanto, la gente del pueblo hacía entre sí mil conjeturas. Unos decían: "¡Qué desgracia para su juventud! ¡Dios sabe lo que le ocurrirá!" Pero otros contestaban: "Si fueran a hacerle algo malo, el rey no le habría dejado comer hasta hartarse. ¡Le hubiera mandado prender al primer bocado!" Y otros decían: "¡Los guardias no le llevaron arrastrándole por los pies ni por la ropa! ¡Le acompañaron siguiéndole respetuosamente a distancia!"
Entretanto, Alischar se presentaba delante del rey. Allí se inclinó y besó la tierra entre las manos del rey, que le preguntó con voz temblorosa y muy dulce: "¿Cómo te llamas, ¡oh hermoso joven!? ¿Cuál es tu oficio? ¿Y qué motivo te ha obligado a dejar tu país por estas comarcas lejanas?"
El contestó: "¡Oh rey afortunado! me llamo Alischar, hijo de Gloria, y soy vástago de un mercader en el país de Khorasán. Mi profesión era la de mi padre; pero hace tiempo que las calamidades me hicieron renunciar a ella. En cuanto al motivo de mi venida a este país...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.

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