2023/11/06

Noche 204



Pero cuando llegó la 204ª noche

Ella dijo:

... sacó del cinturón un pedazo de papel y recado de escribir, y redactó la siguiente carta:

"Estos renglones son de mano de Kamaralzamán, hijo del sultán Schahramán, rey de las tierras y de los océanos en los países musulmanes de las islas de Khaledán.

"A Sett Budur, hija del rey Ghayur, señor de El-Budur y El-Kussur, para expresarle sus penas de amor".

"Si hubiera de decirte, ¡oh princesa! todo lo abrasado que está este corazón que heriste, no habría en la tierra cañas bastante duras para trazar sobre el papel afirmación tan osada. ¡Pero sabe ¡oh adorable! que si se agotara la tinta, mi sangre no se agotaría, y con su color hubiera de expresarte mi interna llama, esta llama que me consume desde la noche mágica en que me apareciste en sueños y me cautivaste para siempre!

"Dentro de este pliego va la sortija que te pertenecía. Te la mando como prueba cierta de que soy el quemado por tus ojos; el amarillo como azafrán, el hirviente como volcán, el sacudido por las desventuras y el huracán, que grita hacia ti Amán, firmando con su nombre, Kamaralzamán.

"Habito en la ciudad en el gran khan".

Escrita ya la carta, Kamaralzamán la dobló, metiendo en ella diestramente la sortija; la cerró, y luego entregósela al eunuco, que fué inmediatamente a dársela a Sett Budur, diciéndole: "¡Ahí detrás de la cortina, ¡oh mi señora! hay un joven astrólogo tan temerario, que pretende curar a la gente sin verla! ¡He aquí, por cierto, lo que para ti me entregó!"

Pero apenas abrió la carta la princesa Budur, cuando conoció la sortija, y dió un grito agudo; y después, enloquecida, atropelló al eunuco y corrió a levantar la cortina, y a la primera ojeada reconoció también en el joven astrólogo al hermoso adolescente a quien se había entregado toda durante su sueño. Y tal fué su alegría, que entonces sí que le faltó poco para volverse loca de veras. Echose al cuello de su amante, y ambos se besaron como dos palomas separados durante mucho tiempo.

Al ver aquello, el eunuco fué a escape a avisar al rey lo que acababa de ocurrir, diciéndole: "Ese astrólogo joven es el más sabio de todos los astrólogos. ¡Acaba de curar a tu hija sin verla siquiera, quedándose detrás del cortinaje!" Y el rey exclamó: "¿Es verdad eso que cuentas?" El eunuco dijo: "¡Oh señor mío, puedes ir a comprobarlo con tus propios ojos!"

Entonces el rey se dirigió inmediatamente al cuarto de su hija, y vió que, en efecto, era una realidad lo dicho. Y se regocijó tanto, que besó a su hija entre los dos ojos, porque la quería mucho, y besó también a Kamaralzamán, y después le preguntó de qué tierra era. Kamaralzamán le contestó: "¡De las islas de Khaledán, y soy el propio hijo del rey Schahramán!" Y refirió al rey Ghayur toda su historia con Sett Budur.

Cuando la oyó, exclamó el rey: "¡Por Alah! ¡Esta historia es tan pasmosa y maravillosa, que si se escribiera con agujas en el ángulo interior del ojo, sería motivo de asombro para quienes la leyeran con atención!" E inmediatamente la mandó escribir en los anales por los escribas más hábiles del palacio, para que se transmitiera de siglo en siglo a todas las generaciones futuras.

En el acto mandó llamar al kadí y a los testigos, para que se extendiera sin demora el contrato de matrimonio de Sett Budur con Kamaralzamán. Y mandó adornar e iluminar la ciudad siete noches y siete días; y se comió, y se bebió y se disfrutó; y Kamaralzamán y Sett- Budur llegaron al colmo de sus anhelos, y se amaron recíprocamente durante mucho tiempo entre fiestas, bendiciendo a Alah el Bienhechor.

Pero una noche, después de cierto festín al cual habían sido invitados los principales personajes de las islas exteriores e interiores, y cuando Kamaralzamán había disfrutado de manera todavía más grata que la acostumbrada de las suntuosidades de su esposa, tuvo, dormido ya, un sueño en el cual vió a su padre, el rey Schahramán, que se le aparecía con la cara bañada en llanto, y le decía tristemente:

"¿Cómo me abandonas así ya, Kamaralzamán? ¡Mira! ¡Voy a morirme de dolor!"

Entonces Kamaralzamán se despertó sobresaltado, y despertó también a su esposa, y empezó a exhalar hondos suspiros.

Y Sett Budur, ansiosa, le preguntó: "¿Qué te pasa, ojos míos? Si te duele el vientre, te haré enseguida un cocimiento de anís e hinojo. Y si te duele la cabeza, te pondré en la frente paños de vinagre. Y si has comido demasiado por la noche, te colocaré encima del estómago un panecillo caliente envuelto en una servilleta, y te daré a beber un poco de agua de rosas mezclada con jugo de otras flores...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.
[editar] Aclaración

El traductor une en este capítulo las noches 201 hasta 204.

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